CADÊ?

agosto 23, 2008

Di campeón*

La medalla de oro es argentina otra vez. Con una definición descomunal de Di María, la gran revelación del equipo, nos vengamos de Nigeria. Ni los 32° pararon a la Selección.


Pablo Chiappetta
La vaselina de angelito, el grito de todos los argentinos. Ah, en Brasil esa medalla no se consigue.


Más o menos, más o menos. La manito de Angel Di María ilustraba ese gesto técnico descomunal, de potrero genuino, una denominación de origen que vale un oro, el segundo consecutivo para la historia del fútbol argentino, y consuma la venganza de la final perdida en Atlanta 96. El pibe se filtró entre dos camisetas verdes, recibió un pase de Messi maravilloso también y levantó la tierra con una picada de pelota que sin dudas habrá que hacerle un lugar en el museo de los lujos. Sí, sí, señores, Di Campeones.
Pero hubo que transpirar para que el pecho recibiera la medalla. Al que se le ocurrió jugar a las 12 del mediodía hay que darle un premio porque es un genio: ¿cómo hizo para convencer a todo el mundo de ponerse a patear la pelota con semejante calor? El termómetro marcaba 32°, pero nadie le creyó. Ahí abajo, en el césped y a pleno sol, hacía mucho más. Con este clima, la intención del toqueteo con movilidad duró un suspiro. Enseguida se notó que Argentina no podría mantener el ritmo, que era vital para poder quebrar la sólida y veloz defensa de Nigeria. Y se fue instalando por la fuerza un ritmo cansino, monocorde, en el que la jugada empezaba y terminaba a la misma velocidad, salvo cuando entraba en acción Di María, el único con velocidad de sexta que complicó cada vez que rompió por izquierda. Messi arrancaba, pero en tres, cuatro pasos, se le acababa el combustible y así su tremendo pique corto perdía eficacia. Argentina fue disminuyendo poder sobre el balón, porque la imprecisión se hizo carne y porque Nigeria fue imponiendo su familiaridad para jugar con el calor. A los africanos les faltó, sí, poder de fuego, y cierta decisión. Llegó por primera vez con un tiro de Isaac que contuvo Romerito. Y recién reaccionó cuando estaba abajo en el marcador. Argentina no tenía soluciones en lo colectivo, y las terminó encontrando en el tremendo poder de su talento individual. Messi levantó después del descanso. Se vistió de Riquelme para dar ese pase al corazón de los nigerianos, y Di María, la gran revelación de los Juegos, hizo la diferencia. Seis jugados, seis ganados, la segunda medalla y otro equipo en la historia.PEKIN (ENVIADO ESPECIAL).



* Matéria extraída do site Olé. Vejam a responsabilidade de Dunga e dos demais anões da seleção brasileira: gozação argentina.

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